CRITICAS

La pintura de Evaristo Palacios (Torrecillas de la Tiesa, Cáceres, 1956) recoge la luz de y el color del entorno con gran delicadeza, descubriendo en los más variados rincones la belleza de lo cotidiano. De esta manera, canales, aguas recogidas, tejados, viejas callejuelas y herrumbrosas casas, se convierten en el punto de arranque de una reflexión plástica que no se fija en el dato visible para copiarlo, sino para re interpretarlo según una personal escala de valores tonales.

Sus paisajes no recojen el perfil duro de las formas ni la uniformidad de sus colores. Al contrario, intentan reflejar la sutil neblina que las envuelve en el complejo momento del cambio, donde la luz vira hacia otros modos y los colores se desintegran en un complejo abanico de tonalidades. Y todo ello lo consigue el artista cacereño con una ejemplar utilización de ocres, azules y blancos, sabiamente elaborados y dispuestos sobre el lienzo.

Este modo que venimos describiendo otorga a la pintura una poderosa suguerencia o capacidad evocadora, cargada de silencios nunca rotos por la presencia humana. Podría decirse que el autor limpia la mirada de todo elemento anecdótico y se centra en la esencia del paisaje que, como tamizado por la experiencia fugaz del recuerdo, se revela con la presencia de lo verídico. Pues si bien la pincelada descompone en ocasiones determinados aspectos de la composición, siempre permanece inmutable la estructura sintética de lo observado.

Evaristo Palacios ha mostrado su obra en numerosas ciudades españolas y alemanas a través de exposiciones individuales y ha participado en diversas ferias internacionales en Suecia, Holanda, Francia y España. A lo largo de su extensa trayectoria ha recibido numerosos premios, entre los más recientes el Primer Premio en el III Concurso Villa de Matapozuelos (Valladolid) en 2005.

Carlos Delgado - El Punto de Las Artes - Nº 797 Septiembre, 2005

UN ECLÉCTICO...

 Es Evaristo Palacios, uno de esos artistas que se han formado a base de beber en numerosas fuentes; inquieto y deseoso de experimentar todas las técnicas y procedimientos artísticos, han hecho que su obra se encuadre en esa visión ecléctica del arte. Esa huida del encasillamiento, o del amaneramiento, le lleva a pasar por distintas etapas y planteamientos estéticos, que de forma caprichosa y cíclica le abordan periódicamente, dando como resultado esa aparente variedad de técnicas y estilos que le caracterizan.

Pero no se puede decir que su obra sea inconexa, si no todo lo contrario, pues encontramos siempre ese lazo de unión, entre el artista y su obra, como es el culto a la sencillez, la honestidad en su trabajo y la ausencia de lo gratuito o lo ambiguo. Por este motivo, sus cuadros son siempre fruto de una reflexión sistemática, tanto en la obra figurativa como en la concebida bajo un lenguaje más conceptual; cada pincelada esta donde debe estar, la causalidad no es el pilar donde se apoya su proceso creativo, él siempre provoca la situación, el caos inclusive, para que desde ese aparente caos, surja un nuevo orden.

Es por consiguiente Evaristo Palacios, un pintor difícil de catalogar, o encuadrar en un estilo; él es un creador, que no se acomoda en lo rutinario, para él cada día es distinto a los demás, por lo tanto cada día le ofrece la posibilidad de iniciar nuevos caminos y descubrir nuevas ideas para expresar unos sentimientos o unas sensaciones que tiene la necesidad de comunicar.

Es Evaristo Palacios, un artista trabajador y disciplinado, pues como decía Picasso, "yo creo en la inspiración, pero cuando venga que me coja trabajando".

"Potamón"

Hay un modo de expresarse que se alejará de lo académico, pero que implica la expresión del hombre intentando hacer belleza, que es una de las misiones más nobles que le incumben al ser humano. Este es el caso de Evaristo Palacios que estos días expone una colección de óleos y obra gráfica en el Aula Espolón de Burgos. Autodidacta y de origen humilde, su obra tiene la importancia de dar a entender lo dicho, añadido esto: todo intento de expresar lo que lleva dentro ya merece un gran respeto.

ALFONSO SALGADO, Crítico de Arte – Diario de Burgos, 9-2-1990

El pintor extremeño ha pintado la casa del hombre deshabitado, la arquitectura rural de La Alberca, de Liébana, de Santillana. Estas casas primitivas y vecinas de la piedra de las montañas rezuman pátinas y musgosidades segregadas por el tiempo, sin duda, el gran protagonista escondido entre la realidad poética que ha sabido reflejar este hombre que lleva con él la nostalgia de su pueblo extremeño.

Perfecto conocedor de la técnica del esmalte sintético, se ha servido de ella para conseguir calidades y texturas que parecen más propias del óleo. Es el suyo un trabajo delicado y sensible como el hombre que le ha realizado, confirmándose una vez más que “el estilo es el hombre”. 

M. MURIEDAS, Critico de Artes – El Diario Montañés, 30-10-1982

 De este pintor podemos decir que aún con su juventud, ha encontrado autenticidad y sensibilidad en sus obras, plasmando en los cuadros todo el realismo paisajístico de la tierra que le vio nacer, pintor profundo en su carácter, lo mismo que vemos profundidad y sensibilidad en los temas tratados, artista sensible por el ser y el sentir de Extremadura, dando la misma impronta al recrearse mirando los cuadros. Palacios es  pintor con un presente lleno de luz real, con un futuro que brillará por sí solo con la misma autenticidad que pinta. 

SÁNCHEZ VALLE, Critico de Arte – Comarca de Trujillo, Octubre 1982

 Lo primero que uno encuentra en la obra que presenta Palacios es la sorpresa de encontrarse uno ante un pintor que es diferente a casi la totalidad de los que en los últimos años han pasado por Guadalajara.Una realidad trascendida, impregnada de silencios y fresca poesía preside las composiciones de Evaristo Palacios. Temática, color y forma pocas veces fueron tan escuetas, delicadas y repetidas, y pocas veces se encuentra uno con tanta variedad visual, encanto y detalle, al mismo tiempo. Siembre una ventana, una reja, unos tejados, una desconchada pared, una persiana, plasmada con una orquestada sinfonía de ocres. Ocres singulares, frescos, brillantes o umbríos, trabajados delicadamente, cuidando lo mínimo y lo máximo, hasta obtener calidades exquisitas. No es fácil, y es preciso poseer un gran dominio con lo que se crea, decir siempre lo mismo sin caer en la mimesis o en el aburrimiento.

D. CARDERO, Critico de Arte – Nueva Alcarria, 30-05-1981

Las pinturas de Evaristo Palacios pueden ser clasificadas en dos categorías bien distintas. Una la conseguida con eficacia técnica y arrolladores efectos, de un verismo palpitante referido sobre todo a los cuadros que recogen temas de la arquitectura rural (posiblemente influenciados por recuerdos de su infancia, pasada en un ambiente rural de la Alta Extremadura). En ellos, el apurado dibugístico, la sensación realista, la rotundidad del diseño y el ajustado hacer en suma, elevan la faceta al nivel de pintores de categoría, semejante en su género. 

ANTONIO ZOIDO, Critico de Arte  

En los cuadros expuestos abundan los lugares y paisajes de pequeños pueblos, como Navalosa, en Avila; Cabañas del Castillo, en Cáceres; o Pedraza, en nuestra tierra. Hay amor hacia los pequeños lugares, con sus callejuelas pinas o torcidas y sus tejados de siglos. El artista dibuja con corrección. Seguramente, su exposición tendrá éxito en las ventas.

 J. T. Critico de Arte – El Adelantado de Segovia, 12-06-1980

No es el esmalte, con su técnica peculiar, de Evaristo Palacios, lo que puede dar a su pintura un nivel de novedad más; hay que elevarla en los trazos imprimidos por este artista extremeño a una categoría distinta, a la expresión de agonía de un pueblo que abandona sus campos y sus casas. 

JAVIER BADIA, Critico de Arte

La perspectiva se hace camino y casa y reja. Se hace campo y hierba fresca o seca. La pintura se hace mampostería de gris y de ocres viejos. Colores tenues y penetrantes a un tiempo. Composiciones que nos llaman hasta ellas para hacernos participar de esa nostalgia que respiran los cuadros de Evaristo Palacios: poeta de la forma y de la sutiliza, captador de las cosas sencillas, las cuales realza gracias a la comunicación que logra conseguir con su arte, para que el observador no sólo lo admire, sino que lo viva.

 D. TERROBA ESQUINA, Critico de Arte

Si logramos conectar con el sentimiento que ha impulsado el alma de poeta de este autor; si hacemos nuestras las mismas intenciones que han impulsado a Evaristo Palacios a darse enteramente a lo que le motiva, entonces, habremos alcanzado esa relación que busca el artista: crear una fuerza común para hacer de todo y entre todos que estos viejos rincones, estas casas centenarias no se queden tan sólo en pintura, sino que vivan en su marco nuestra propia fantasía o nuestra propia experiencia.

 DIEGO TERROBA ESQUINA, Critico de arte 

Detrás de Evaristo Palacios se transparenta la verdad que delata el tiempo, la que marca cada una de las piedras, balcones y detalles que forman la composición de sus cuadros.

En ellos el contraste, vida y muerte, fundidos con color de antaño, en el cual seguro encontraremos un rincón nuestro, una imagen que recuerda.

Hoy estos lugares mueren, son confinados a terrenos del olvido, unos empujados por las máquinas, otros bajo el agua, es por esto que la espátula de Evaristo Palacios rescata y nos regala a los ojos imágenes que quizás jamás regresen; “quedarán, tal vez, en el olvido o en su obra”.

A. CAMPOS, pintor

La sinceridad es punto y aparte en cualquier manifestación de la vida, pero, cuando lo sincero ha de convertirse en arte, el esfuerzo hay que buscarlo no sólo en el hilo directo autor-espectador, ni tampoco en la primera impresión sino en esas cuatro líneas definitivas que deben prevalecer por encima de las demás y que son: temática, composición, colorido y, por supuesto, calidad.

La obra de Evaristo Palacios, con una corta pero fecunda historia, reúne las premisas suficientes como para dedicarle mucha más atención escrita que la que cabe en este catálogo. Su trabajo así lo reclama, cuando observamos con detenimiento los rasgos de colorido y textura, hermanados en las casas, callejuelas y ligerísimos celajes; o cuando parecemos descubrir detalles y detalles en los que no habíamos caído en la cuenta de su existencia en las primeras percepciones de sus cuadros.

El uso que del color hace este artista extremeño, es sencillamente justo, sin excesos de policromías destellantes que hagan “caer” el cuadro hacia los lados como si la alcayata que los sustentara no estuviera en el centro del marco. La perspectiva, bien trabajada, convierte lo anárquicamente hermoso de la arquitectura popular, en conjuntos compensados de masas y sombras que dan un aire mágico, que marcan una hora inconcreta de luz, un tiempo de nostalgia y reivindicación de estos pueblos de Salamanca, Cáceres o Avila que bien han plasmado las paletas de Evaristo Palacios.

A través de estos rincones, el artista no sólo nos invita a su visión; quiere que vivamos con él lo entrañable de estos lugares en los que el tiempo se recupera y el valor de un paseo durante horas, no queda perdido sobre las piedras o entre las juntas de un ladrillo imperfecto pero aún caliente gracias a las manos de los artesanos. 

MANRIQUE DEL PRADO, Critico de Arte